El día que cumplieron años mis mellizos fue un día agridulce para mí. Dulce por la bendición de mis hijos, agrio por que el flaco tuvo un accidente de auto ese día por la mañana.
Venía de regreso del trabajo a una junta (tenía que tomar carretera), justo a mitad de camino se atraviesa un venado, sí... un venado grande. Por la velocidad, y por querer sacarle la vuelta y no matarlo... se volcó.
Me encontraba trabajando cuando recibí una llamada...era él, no se me hizo raro por que nos hablamos durante el día bastantes veces. Le contesto y escucho su voz entre cortada.
Gorda, estoy bien ... pero, acabo de tener un accidente en la carretera.
Las palabras más horribles que pude haber escuchado.
Claro, me puse muy nerviosa, me temblaban las manos, no podía detener el celular con una sola mano y recuerdo que tomaba el teléfono con las dos... empecé hacer miles de preguntas ¿donde estás? ¿qué te pasó? ¿estas herido? etc etc etc...
Para no hacer la historia muy larga, el flaco me contaba que al volcarse (gracias a Dios tenía el cinturón puesto y eso fue lo que ayudó a que prácticamente no le pasara nada) cerró los ojos y al abrirlos lo primero que vio en sus piernas fue una estampa del sagrado corazón de Jesús. Me quedé congelada.
Estoy segura que él te salvo la vida, mi querido flaco.
La camioneta quedó muy mal... desecha y el flaco solo tuvo unos raspones por los vidrios que se quebraron a su alrededor. Se lo llevaron a revisión médica y bueno solo los golpes y raspones, prácticamente nada.
El mejor regalo de mis mellizos fue por supuesto, tener a su padre junto con ellos para poder abrazarlo y disfrutar de un pedacito de pastel.
Abrazos grandes queridos amigos